–Sí, por supuesto. Me desvelan, son mi mayor preocupación.
–¿Qué proyectos tenés para ellos ahora que sos diputado?
–Además de reinstaurar el Servicio Militar Obligatorio, estoy trabajando en un proyecto para sacar a los chicos de la calle y usarlos para trabajos comunitarios, como sobar petes en los palcos de la Bombonera, por ejemplo.
–Ajá. Y en los viejos, ¿también pensás?
–Claro: son mi mayor preocupación.
–¿Y para ellos, qué proyectos tenés?
–Bueno, para los mayores de 45 años tenemos un plan de reinserción laboral. Gracias a la reactivación y, fundamentalmente, a un extraordinario programa de descomedida evasión impositiva, las empresas de papá –junto con su desmesurada fortuna– se están expandiendo a toda máquina, y esa expansión implica una demanda importante de mano de obra. ¿Y qué mejor que cubrir esa necesidad con un ejército de desocupados que trabajen doce horas diarias por un subsidio estatal de 150 patacones? Total, si el Estado paga los sueldos de la Curtiembre Yoma, ¿por qué no va a pagar los nuestros? Así, de a poquito, vamos a ir reemplazando a la actual mano de obra mezquina, anarquista y carroñera por una nueva raza de trabajadores generosos y patriotas, que comprendan perfectamente de qué se trata el difícil juego de la democracia.
–Te cambio de tema, Mauri. ¿Cuál creés que fue tu carta de triunfo en las elecciones de octubre pasado? ¿Qué cambió de la derrota de 2003 a tu aplastante victoria de 2005?
–Cromañón. Creo que, sin dudas, la masacre de Cromañón me cayó del cielo, porque me abrió una posibilidad con la que no contaba para nada. Yo digo que fue una desgracia con suerte, porque de ahí en más fue cuestión de agarrarse de eso y darle para delante. Mis legisladores se hicieron un picnic con el boludo de Ibarra. Vos pensá que en la segunda vuelta del 2003 me sacó siete puntos y ahora está más muerto que los 200 pibes de Cromañón juntos (risas).
–En el 2003 sólo te faltó suerte, entonces...
–Sí, y decisión. El secuestro de mi hermana una semana antes de las elecciones fue una buena movida pero terminó siendo insuficiente. Ni siquiera le sirvió a ella para promocionarse como directora de cine. También pensamos en que lo secuestraran a papá para la segunda vuelta, pero nos pareció como medio repetitivo. Y otra cosa no se nos ocurrió, así que perdimos. Por suerte, esta vez ni siquiera tuvimos que pensar. El candado de Chabán nos allanó el camino.
–Llegaste a la Cámara de Diputados, ¿tu próximo objetivo es la Presidencia?
–No, no sé, eso lo tiene que decidir la gente.
–¿La revista?
–¿Qué revista?
–La Gente.
–Ah, no, no. Digo “la gente”, los vecinos de la Argentina. Pero lo de presidente puede esperar. En el 2011 ó 2015, después de Sobisch. Siempre y cuando no me aburra de todo este asunto de la política. El otro día estuve a punto de largar todo a la mierda y comprarme una escudería de Fórmula Uno, pero papá me convenció de seguir... Bah, no quiso largar un mango. Así que tendré que seguir con esto, a ver si alguna vez hago algo de guita propia, viste. Igual, posibilidades no faltan. En este ambiente corren los millones como agua.
–Te vas a presentar para jefe de Gobierno en el 2007, entonces...
–Probablemente. Esa es mi mayor ambición.
–¿Y tu mandato como diputado?
–No, no sé. Todavía ni fui al Congreso. En una de esas voy un día, para conocer. Pero después, basta con que vaya al programa de Majul una vez por mes, como para no desaparecer de los medios. Lo importante es estar en la tele, no en el Congreso. Y otra cosa muy grossa, que ningún otro político puede hacer (aunque aclaro que yo no soy político), es aparecer en programas deportivos. Eso garpa muchísimo, es una vidriera de puta madre. Sobre todo si te hacés entrevistar por un lamebotas como Fernando Niembro.
–Ni necesitás hacer campaña...
–No, para tanto no. Pero igual, la tengo asegurada. Para mis campañas papá invierte con todo porque sabe que no es un gasto: es una inversión. ¿Qué se iba a imaginar él, cuando me regaló la presidencia de Boca para poder sacarme de la empresa, que de esto le iba a terminar saliendo un negocio? Porque sabés la de negocios que se le van a venir si yo llego a ser jefe de Gobierno, ¿no?
–Me imagino.
–No... (risas). No te imaginás.
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